Cómo responder, actuar y defenderse
de las agresiones verbales, las difamaciones, las descalificaciones, el bullying
o el mobbing. Es una pandemia del siglo XXI que todos sufren tarde o temprano,
porque sucede en el trabajo, en la escuela, en Facebook, en Twitter, o en
foros de Internet.
Esta es la respuesta adecuada que
Enrique Páez propone desde su blog:
“Querido amigo (es un decir,
porque amigos, lo que se dice amigos, nunca lo fuimos):
Te noto un poco irritado. Algo
molesto. Deberías calmarte, porque esa rabia que te corroe solo te traerá
úlceras y desconsuelos. Seguro que más de uno te lo ha dicho antes que yo.
Relájate un poco. Respira. Cuenta hasta diez. Recuerda el proverbio árabe: “Eres
esclavo de tus palabras y dueño de tus silencios”.
Por mi parte, ya lo sabes, no
pienso entrar en discusiones contigo. Soy dueño de mis silencios, así que voy a
ignorarte. Ni siquiera te voy a nombrar (seguro que ya te habías dado cuenta).
Haré como si no existieras. ¿Y sabes por qué? Pues porque no pienso entrar en
tu juego y hacerte publicidad gratuita. En realidad es eso lo que buscas,
¿verdad? Se te nota a la legua. La gente ya te conoce. No es la primera vez que
intentas generar una trifulca para que se escuche tu voz, ¿a que no? Desde hace
tiempo tratas de hacerte un nombre a través...
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...de la discusión, la descalificación y la calumnia. Piensas que si agredes y hundes a los otros, tú saldrás beneficiado. Es obvio que esa es una estrategia mezquina, además de equivocada, pero cada cual escoge su modo de relacionarse con los otros y moverse por la vida. Allá tú. El mar es muy grande, casi infinito, y no es necesario que estemos todos subidos en el mismo barco. Tampoco tenemos que estar de acuerdo. Como le escribió H. G. Wells a James Joyce: “El mundo es ancho, y hay sitio suficiente para que los dos nos equivoquemos en él.”
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...de la discusión, la descalificación y la calumnia. Piensas que si agredes y hundes a los otros, tú saldrás beneficiado. Es obvio que esa es una estrategia mezquina, además de equivocada, pero cada cual escoge su modo de relacionarse con los otros y moverse por la vida. Allá tú. El mar es muy grande, casi infinito, y no es necesario que estemos todos subidos en el mismo barco. Tampoco tenemos que estar de acuerdo. Como le escribió H. G. Wells a James Joyce: “El mundo es ancho, y hay sitio suficiente para que los dos nos equivoquemos en él.”
Lo que me sorprende es que
según tú, yo sea el origen de tu berrinche. Pues qué le vamos a hacer. Qué
pena. El asunto tiene mala solución, porque yo no voy a dejar de hacer lo que
crea que tenga que hacer, tanto si te parece bien como si no. Hasta ahí
podríamos llegar. No tengo que darte explicaciones, ni de mi vida personal, ni
de mi vida profesional. No te debo nada. Tal vez tus amigos te den la razón.
Pues claro: para eso están. A mí mis amigos también me quieren. Esto no es una
guerra, porque dos no discuten si uno no quiere, así que te vas a quedar con
las mentiras y las infamias enquistadas en la boca. Tu credibilidad y tu
supuesta profesionalidad decrece ante los ojos de los demás cada vez que te
lanzas al ataque para tratar de desprestigiar a alguien, en lugar de trabajar
para ayudar a los demás. La gente no es tan tonta como tú te crees. Te
sorprenderá saber que la mayoría es capaz de pensar por su cuenta, y distinguir
mentiras de verdades. Una cosa es preguntar o criticar; y otra muy distinta es
arrojar mentiras y calumnias disfrazadas de "inocentes" comentarios.
Así que puedes difamar lo que quieras, que solo escucharás como respuesta tu
eco resonando en el vacío. Los psicólogos tratan a las personas como tú, e
intentan que superen sus inseguridades, su envidia, y su complejo de
inferioridad (disfrazado exteriormente a través de un complejo de
superioridad). Tal vez te convendría visitar a alguno.
Recuerdo que en cierta ocasión
un amigo me aconsejó: “Nunca discutas con idiotas: te verás obligado a
descender a su nivel, y entonces, con su experiencia, te derrotarán”. La mayor
crueldad con los agresores verbales es no contestarles, porque la indiferencia
los mata.
Y eso mismo te aconsejo que
hagas tú también, querido lector: Cada vez que alguien te ataque con motivos
infundados a causa de los celos, la envidia, o la mala sangre, no intentes
buscar una respuesta rápida e inteligente que lo desarme de inmediato, tal y
como sucede en las películas. Eso no funciona así. Solo realimentarás su furia.
Casi siempre la mejor respuesta es la indiferencia. Ignóralo. No entres al
trapo. No te lo tomes como ataque personal, porque la persona que te ataca
seguro que tiene un largo historial de embestidas contra otros. A poco que
rasques o preguntes verás cómo esa persona pendenciera es bien conocida por su
incontinencia verbal y sus ataques indiscriminados. No le des el gusto de darle
una respuesta que ni merece ni busca. Solo intenta hundirte para sobresalir.
Ten en cuenta que sus mentiras
tienen las patas muy cortas, y no llegarán muy lejos. Su credibilidad está bajo
mínimos. Y si en algún momento consigue convencer a alguien que se deja
arrastrar por la difamación, que no es capaz de pensar por su cuenta, que no es
capaz de verificar la verdad por su cuenta, que no es capaz de informarse por
su cuenta, ¿de verdad querrás tener a tu lado a semejante marioneta? Te aseguro
que no pierdes nada. Deja que se vaya.
Aprender a ignorar y superar
las agresiones verbales te hará más fuerte y más sabio. Nadie puede triunfar y
tener éxito sin sufrir al mismo tiempo la violencia verbal de los envidiosos y
los farsantes. Es pura cuestión de estadística: Aunque la inmensa mayoría
te apoye, un 5 %, como
poco, va a estar siempre descontento con lo que hagas, hagas lo que hagas, da
lo mismo. En el caso de los políticos la aprobación nunca llega al 50 %. Así
que tú tienes que decidir si hacerle caso al 95 % que te apoya y que les parece
bien cómo haces tu trabajo, o hacerle caso al 5 % que no le gusta lo que haces
y desearía que hicieras otra cosa diferente, probablemente en su propio
beneficio.
Así que tú, ni caso. Lo que de
verdad te va a proteger siempre, como un escudo antimisiles, será tu
profesionalidad, tu trabajo, tu honestidad, tu independencia, y tu generosidad.
Que nadie te lo quite.”
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